domingo, 10 de mayo de 2015

Volver a verte

Ahora por fin comprendo que nunca más volveré a verte, que nunca más volverás a leer lo que escribo para ti, pensando en ti. Estoy poseída por ti, y, sin embargo, tú estás tan lejos…

Ya no soy nada, porque lo que era se ha ido. Te has llevado toda mi vida, y solo me quedan folios blancos y palabras negras. Despertar, comprender, y escribir sin fin alguno, sin sentido, con lágrimas que no caen de los ojos, sino que surgen del mismo papel, y convierten todo en gris.

Gris como el cielo de la tarde en que te fuiste. Mientras te alejabas el aire se inundó de olor a lluvia. Se acercaba la tormenta, las nubes ya se alzaban sobre mi cabeza y el aire estaba cargado con ese olor que precede a la tempestad. Calma, electricidad estática y ese olor que desde entonces asocio a ti, a tu espalda, a tu figura alejándose en el horizonte. Cuando desapareciste a lo lejos calló la primera gota. Esperé horas bajo la lluvia esperando a que volvieras.

Por la mañana te había escrito un poema bañada por los rayos del sol, lo llevaba en el bolsillo de la chaqueta, te lo iba a leer cuando me dijiste que te ibas, y yo me quedé esperando porque debía leerte aquel poema, cuyo único fin era serte leído. Cuando amainó la lluvia las palabras del poema ya no estaban.

La tinta se fundió con el papel y con el cielo. El poema se había ido contigo. Nunca más podré volver a escribir poemas, porque he comprendido que nunca más volveré a verte.